Un equipo de investigación estadounidense ha identificado un aumento de la agresividad canina los días con mayores índices de radiación ultravioleta, ozono y temperaturas.
Las mordeduras de perro pueden ser hasta un 11 % más frecuentes en los días más calurosos y soleados, y cuando los niveles de contaminación atmosférica son más altos, según sugiere un artículo publicado en Scientific Reports. Sin embargo, los autores advierten de que se necesitan más datos y estudios para confirmar estas conclusiones.
Estudios anteriores han documentado que un tiempo más caluroso y unos niveles más altos de contaminación atmosférica pueden asociarse a un aumento de la agresividad en humanos, monos Rhesus, ratas y ratones. Sin embargo, no está claro si esta conducta de los perros contra los humanos también sigue esta tendencia.
Clas Linnman, del Hospital de Rehabilitación Spaulding (Boston, EE UU) y su equipo examinaron datos sobre mordeduras de perro en ocho ciudades estadounidenses —Dallas, Houston, Baltimore, Baton Rouge, Chicago, Louisville, Los Ángeles y Nueva York— entre 2009 y 2018. Los datos se extrajeron de repositorios de acceso público registrados por las autoridades de control animal o se basaron en recopilaciones anteriores de mordeduras de perro.
La investigación incluyó 69.525 mordeduras reportadas, un promedio de tres mordeduras por día durante diez años. Los autores examinaron su relación con los niveles diarios de partículas finas, el ozono y las temperaturas. Además, evaluaron la radiación ultravioleta (UV) y las precipitaciones.
La incidencia de mordeduras caninas aumentó un 11 % en los días con un índice UV superior, un 4 % con temperaturas más altas y un 3 % en los días con mayores niveles de ozono. Por el contrario, disminuyó ligeramente (en un 1 %) en los días con más precipitaciones. Los autores no informaron de cambios en la incidencia de mordeduras de perro en días con niveles más altos de partículas finas.
Los registros de mordeduras de perro no incluían información sobre otros factores que pueden afectar a este riesgo, como la raza, el sexo o si el perro había sido castrado o esterilizado. Además, no se disponía de información sobre interacciones previas entre el perro y la víctima de la mordedura, como por ejemplo si el individuo estaba familiarizado con el perro.
Los científicos concluyen que estos resultados parecen ampliar la asociación entre temperaturas más altas y niveles de contaminación atmosférica con agresiones entre especies para incluir a los perros. Sin embargo, se necesitan ampliar la investigación para confirmar y explorar esta relación.