Madrid (EFE) – La longevidad aumenta en prácticamente todos los países del mundo mientras la brecha que existe entre la esperanza de vida de los hombres y las mujeres (siempre mayor) se va estrechando, aunque las diferencias entre países y continentes continua siendo abismal.
Así, entre los países con una mayor longevidad (Europa, Japón o Norteamérica), la esperanza de vida supera ya los 80 años, mientras que en los lugares donde esa esperanza es más exigua (Guinea-Bisáu, la República Centroafricana o Uganda) apenas alcanza los 60, aunque también estos han registrado mejorías en sus indicadores durante las últimas décadas y continuarán haciéndolo durante la próxima década.
Son las conclusiones de un trabajo, publicado hoy por la revista Plos One, que ha realizado un equipo internacional de economistas y demógrafos en el que han participado investigadores de la Universidad de Alcalá (Madrid), de la Universidad de Barcelona, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres o de la Universidad de Oxford.
Los investigadores han analizado los datos oficiales desde 1990 hasta 2020 y han hecho una prospección a 2030 y han corroborado ese aumento de la longevidad en todo el mundo, a pesar de algunos fenómenos concretos, algunos de ellos muy localizados, entre los que han señalado el descenso de la esperanza de vida que se observó -sobre todo entre los hombres- en los países del ámbito soviético tras la disolución de la URSS, la crisis del sida en el África subsahariana o las sucesivas epidemias y pandemias.
Y en ese sentido, han incidido en su estudio en la importancia de tomar con cautela sus proyecciones para los próximos años, ya que pueden cambiar drásticamente debido a acontecimientos inesperados o catastróficos, como las guerras, los fenómenos naturales destructivos o las pandemias.
Cinco grandes grupos de países
Los investigadores clasificaron 194 países en cinco grandes grupos en función de esa longevidad; a la cabeza estarían los países desarrollados (Europa, Norteamérica, Japón, Australia o Nueva Zelanda); y al final un grupo de países donde la esperanza de vida es muy corta en comparación con ese primer grupo (Ruanda, Guinea-Bisáu, la República Centroafricana, Uganda o Lesoto).
En el segundo grupo estarían los países en vías de desarrollo (Rusia, China, algunos de los países más ricos de América Latina y el norte de África); en un tercero han incluido a la mayoría de los países latinoamericanos, Siria o los países del sudeste asiático; y en el cuarto conjunto han incorporado a la mayoría de los países africanos.
El investigador principal del estudio, David Atance, economista y profesor en la Universidad de Alcalá de Henares, ha observado que a lo largo del periodo que abarca el estudio (1990-2020) algunos países incluso han cambiado de grupo, debido principalmente a guerras, al empeoramiento de las condiciones socioeconómicas o a las políticas perjudiciales que han aplicado sus gobernantes.
En declaraciones a EFE, David Atance ha subrayado que todos los indicadores mejoran en todos los grupos, aunque entre el 2000 y 2020 se ha observado un estrechamiento de la brecha entre hombres y mujeres, debido -ha explicado- a la entrada de la mujer al mercado laboral y la incorporación de algunos hábitos (tabaco, alcohol o trabajos muy penosos) que décadas antes eran más propios de los hombres.
La evidencia de los datos
En el primer grupo (los países más desarrollados), la longevidad se situaba en el año 1990 en 72 años para los hombres y 77 para las mujeres; en el año 2010 se avanzó hasta 78 años para los hombres y 83 las mujeres; y la prospección que hacen los investigadores es que en 2030 esa esperanza de vida se sitúe en 83 y 86 años, respectivamente. Y dos países (España y Japón) se sitúan siempre por encima de la media en este grupo.
En el lado opuesto de la tabla, el de los países con una longevidad más corta, la esperanza de vida en el año 1990 era de 44 años para los hombres y 50 para las mujeres; en el 2010 avanzaron hasta 57 y 61, respectivamente; y los investigadores han calculado que en el año 2030 los hombres vivirán en esos países una media de 61 años y las mujeres 62.
Entre los numerosos indicadores que han analizado los economistas y demógrafos en este estudio destacan la esperanza de vida al nacer o la esperanza de vida a los 65 años, ha precisado David Atance, y ha explicado que el proceso que siguen todos los países para mejorar sus cifras es casi siempre el mismo: primero se reduce la mortalidad infantil; después se mejora la calidad de vida en la edad adulta gracias sobre todo a los avances médicos, y finalmente se introducen medidas que mejoran y alargan el envejecimiento.
Y aunque la brecha entre hombres y mujeres en cuanto a esperanza de vida se va reduciendo, David Atance ha observado que ese indicador nunca llegará a igualarse, porque la ciencia ha demostrado ya las diferencias físicas y fisiológicas entre ellos y algunas de esas diferencias hacen que el hombre sea más propenso a padecer algunas enfermedades.